sábado, 8 de noviembre de 2008

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La muerte es ese hombre al final del callejòn el cual te da su nombre pero jamàs su direcciòn...

Y cruzó la avenida, bastante transitada para ser las 11 de la mañana. Un hombre sin empleo en una florerìa sin comprar nada sòlo viendo y oliendo, un tulipàn que lo desafìa a romper el hielo.
Y así pasa cuando sucede en el lugar equivocado a la hora equivocada y un dìa que podrìa ser el inicio de una gran vida se convierte en una salida sin nunguna profecìa.
Y mirò a su cartera , y decepcionò al tulipan... como habìa decepcionado anteriormente a su mamá y a su papá y a todos aquellos que pronosticaron tenìa las agallas para triunfar.
Y que triste se vuelve el campo cuando todo tiende a marchitarse y que triste se vuelve el espacio cuando suele limitarse a 4 paredes y a una señora con delantal.

Y el hombre lanza una mirada al vacìo, soberbio e impío ..quién fue el que le ha dicho que un simple racimo podrìa destrozarlo y quemarlo vivo.

Bien pudo robar bien pudo rogar, a veces faltan agallas y un dìa que puede ser el mas soleado de todos, un dìa que podrìa matarlos a todos y regresarte tu libertad, se vuelve un triste momento a las 11:30 de la mañana en una avenida quien sabe por quien transitada y donde un hombre solo regresa infeliz a su casa.

1 comentario:

Iván Roldán dijo...

La trivialidad de la vida, la nimiedad devaluada de la existencia, estructurada a punta de aguja, cual rompecabezas donde cada pieza es diseñada al azar. Un tramar que conjuga la tragicomedia con la urdimbre.

Esto de capturar una escena y aportarle un valor así, de degradación anímica me recuerda mucho a una película sueca. Cuando puedas dale una checada, es espantosa… ja, pero igual y al final, en retrospectiva, entretenida. Se llama Du Levande de Roy Andersson.

Saludos.