martes, 25 de enero de 2011

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Sabías que todos los nombres que has pronunciado se han ido a ese lugar que ya no toca el suelo…

Dormido aquella noche escalaste los 7 peldaños más altos y difíciles de escalar, no recuerdas mucho y quizá los recuerdos que más conservas son el cansancio y el sudor que despediste en aquella tortuosa travesía. No era un lugar muy especial y no había ninguna luz blanca a donde llegar, el deseo de ver que había tras esos 7 peldaños no era algo que te carcomiera las entrañas, era más una obligación, un mero y vil compromiso de lo más despreciable, sin un qué ni para qué… lo lógico y único que puede hacer un hombre en un cuarto donde no hay nada más que 7 peldaños, no hay de otra…una vulgar imposición.

A la mitad del camino te preguntaste por qué diablos lo estabas haciendo, pero regresar lo recorrido a la mitad del camino es una idea absurda que de sólo tenerla da coraje. Cansado y sediento, una desesperación rascando en enojo y una ansiedad infernal, casi te hacen explotar, pero no habiendo nada con qué desquitarse, y nadie a quién reclamar, la calma vino acompañada del silencio y un malestar de toda esa ansia guardada te recorría todo el cuerpo como hormigas en su hormiguero.
Creíste que la mejor manera de acabar con eso, era ponerte metas a corto plazo, un peldaño en X número de tiempo seguido de un descanso proporcional, haciendo un bailecito o imaginando ser alguien más platicando con aquella celebridad que te felicitaba cada que cumplías tu cometido.

No puedes negar que casi al final del recorrido, la duda de que había tras los 7 peldaños era insoportable, como buscador de tesoros, con el sudor nublándote la vista y el corazón latiendo a una velocidad rayando en lo insalubre; escalabas con todas las fuerzas que quedaban en tu cuerpo, las últimas reservas que un hombre debe de gastar al final del camino, el último esfuerzo que debe dar el último aliento, la línea que divide a un hombre de un héroe, el clímax de la película, el solo de una canción, no hay más…estabas tan cerca sabías que eran 7 pero parecía que fueron 20… tan agotado, tan pequeño, tan vulnerable.

Y lo lograste, sin poder creerlo lo lograste, una mezcla de risa y llanto deformaban tu rostro, y las piernas te temblaban en su automático intento por caminar. Frente a ti una puerta, no grande ni deslumbrante, una puerta de madera tan común que cualquiera hubiera sentido una enorme decepción, tú la sentiste… pero encubriendo el miedo pues sabías que lo importante no era la puerta sino lo que había tras ella.

Abriste…

y ahí …

Todos los nombres que alguna vez dijiste los rostros que miraste, los corazones que rompiste, la gente que amaste, golpeaste y la cara que jamás olvidaste.

…volteaste hacia los peldaños…

Y como en toda historia en la que se mira atrás, lo que se deja atrás desaparece…

Se cierra la puerta, te conviene despertar.

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